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¿Por qué no debo permanecer enojado?

Últimamente, todo el mundo parece estar enojado. Lo escuchamos en las letras de las canciones, en las acciones de celebridades y políticos, y de ciudadanos frustrados con nuestro gobierno.

Estar enojado es una forma de hacer oír nuestra voz, de luchar por nuestros derechos y de hacerle saber a la gente que no podemos darnos por sentados. Es una creencia común que la ira nos protege y que puede ser nuestra mejor arma contra el maltrato. Admito que estar enojado es atractivo. Se siente empoderador comunicar a los demás que estamos enojados porque sentimos que nos toman más en serio. Antes de enfadarnos, nadie nos escuchaba. A nadie le importaba lo que teníamos que decir hasta que nuestra voz se elevó y tomó un tono contundente. Ahora, la gente sabe que hablamos en serio.

Si bien la raíz de nuestro enojo a menudo está justificada, las acciones que siguen a nuestras emociones pueden tener consecuencias dañinas. Eso es lo que hace que la ira sea una herramienta difícil de usar en nuestras relaciones con los demás y en la lucha por nuestros derechos. A menudo, parece una buena idea actuar en consecuencia cuando nos sentimos enojados, pero luego nos arrepentimos. O, incluso si no lo hacemos, los demás nos hacen saber cómo les ha afectado nuestra ira o nuestra relación con ellos.

A continuación se presentan algunos factores a considerar al determinar cuándo y cómo expresar su ira. Es importante recordar que la ira no es una mala emoción, pero dependiendo de la forma en que se exprese, puede resultar en buenos resultados o en daños extensos.

Reflexiona sobre por qué estás enojado.

Hay muchas razones para estar enojado, tanto en nuestra vida personal como en el mundo en general. Sin embargo, esto no significa que tengamos que estar enojados con ellos. La ira se vuelve menos significativa cuando la usamos como nuestra reacción a todo lo que nos molesta.

Debido a que la ira puede empoderarnos, permitiéndonos saber cuando algo no está bien, ya sea en nuestro mundo o en la sociedad, elegir cuidadosamente por qué enojarnos protege su valor. Por ejemplo, gritarle al barista porque se equivocó con la bebida puede no valer la pena enojarse, mientras que enojarse con su pareja porque no está considerando sus sentimientos en una gran decisión es importante para enojarse. Cuando armamos nuestra ira por muchas cosas pequeñas, se convierte en nuestra reacción predeterminada. Es posible que otros no nos tomen en serio porque perciben que estamos enojados con frecuencia y caminamos sintiéndonos emocionalmente desencadenados.

Pensar en las mejores razones para estar enojado es lo que realmente nos da poder. Estamos en control de nuestra ira en lugar de estar en control de nosotros.

Entiende cómo la ira te afecta física y emocionalmente.

Cuando nos disparamos y nos enojamos, puede suceder rápidamente. Antes de darnos cuenta, hemos perdido el control y somos emocionalmente reactivos. Muchas personas dicen que están exhaustas después de tener un arrebato de ira, experimentar fatiga, dolores de cabeza, un corazón acelerado, presión arterial elevada y temperatura corporal más alta. También pueden llorar, sentirse tristes, arrepentirse de su reacción o estar ansiosos por lo que sucederá a continuación. Comprender cómo nuestro cuerpo y nuestro cerebro responden a la ira intensa es importante para nuestra salud física y mental.

Hay circunstancias en las que es importante reconocer que algo nos ha hecho enfadar e identificar qué es eso. En esos momentos, antes de reaccionar, toma nota de cómo te sientes físicamente e identifica otros pensamientos y sentimientos que estabas teniendo. A esto lo llamo estar “conscientemente enojado”, y puede marcar la diferencia entre usar bien la ira y dejar que la ira tome el control. Si puede hacer esto, es posible que no experimente las consecuencias físicas y emocionales de la ira descontrolada.

Entiende cómo tu ira afecta a los demás.

Si bien todos tenemos derecho a enojarnos, y sabemos que la ira es una emoción importante que reconocer, la ira que se descontrola puede ser tóxica no solo para usted sino también para quienes lo rodean. Es fundamental comprender que nuestras emociones no se refieren solo a nosotros, sino que afectan nuestras relaciones con los demás. Si bien las opiniones de los demás sobre nosotros no deben dominar nuestros pensamientos, sí importan en la medida en que queremos relaciones saludables. Cuando estamos enojados con los demás, debemos pensar en cómo comunicar nuestros sentimientos de manera efectiva para maximizar nuestras posibilidades de ser escuchados y comprendidos. Demasiada ira intensa a menudo hace que los demás se cierren y no quieran seguir escuchándonos ni busquen una mejor comprensión de nuestra perspectiva.

La conclusión es que podemos estar en sintonía con nuestra ira sin dejar que se intensifique a un nivel que nos afecte física y emocionalmente. Y podemos hacerles saber a los demás que estamos enojados con ellos sin que eso afecte negativamente nuestras relaciones. La ira no tiene que ser intensa para que podamos expresar nuestro punto de vista, ni tiene que fracturar nuestras relaciones para resolver nuestro conflicto. La ira puede hacer bien cuando mantenemos el control.